AL DÍA
Los cestos de la integración
22.12.08 -
CRISTINA TURRAU
SAN SEBASTIÁN.
Distintos modelos de cestos para la venta. /USOZ
@diariovasco.com
DV. Avelina es la tesorera. Dorita es la secretaria. Y Javier, el delegado. Son algunos de los cargos del servicio de adultos del centro Aspace de Goienetxe en Donostia. Todos ellos trabajan en el programa de elaboración de cestos que la Asociación de Parálisis Cerebral de Gipuzkoa puso en marcha hace 25 años y que ha conocido un desarrollo sin precedentes. Avelina es la encargada de ingresar en la cuenta común la recaudación. Dorita le ayuda con las cuentas. Y Javier participa en distintas reuniones para calibrar la salud del programa. Cada mes, quienes realizan esta tarea, cobrarán una gratificación de 24 euros, con pagas de verano y Navidad.
«La elaboración de cestos es una tarea muy adecuada dentro de la asociación», explica Lourdes Ibarluzea, responsable del programa de cestería en Goienetxe. «No nos interesa trabajar por encima de nuestras posibilidades. Los cestos son el motivo para que estas personas puedan desarrollar sus capacidades».
Después de experiencias como el invernadero con flores, se descubrió que el trabajo de cestería era muy adecuado para las personas con parálisis cerebral. «Usamos materiales fáciles de manipular. Son personas con algún grado de afectación en las manos y buscamos un uso funcional de extremidades que tienden a no utilizarse».
Se trabaja con bases y armazones -en el caso de los cestos más grandes- de madera. «Al principio cada cesto salía diferente. Pero llegó un momento en que nos planteamos hacer un producto de calidad. Nos basamos en modelos fijos y el trabajo sale perfecto».
5.000 unidades al año
«Nos marcamos objetivos de autonomía personal, conducta o desarrollo social». Los cestos se elaboran de 9 a 12 de la mañana. Luego vienen otras tareas. Por ejemplo, la clase de fisioterapia participativa o las actividades de comunicación y análisis.
En Gipuzkoa son 200 las personas afectadas por parálisis cerebral que realizan los cestos. La producción supera las 5.000 piezas anuales. Organismos como Kutxa, Caja Laboral, Eroski, o la Diputación son sus clientes. «Siempre tenemos un remanente de producción, pero tampoco nos interesa acumular. Los que trabajan muy rápido, muchas veces tienen que esperar».
Lo que llega al mercado son cestos con un valor añadido. «Detrás de este trabajo no hay un ánimo de lucro, sino dar visibilidad social a las personas con discapacidad», explica Javier García, responsable pedagógico del servicio de adultos en Gipuzkoa. «La experiencia ha sido fundamental para elevar su autoestima. Los cestos son el resultado de la superación personal».
Javier Pascual es el delegado de estos trabajadores. Cada mes se reúne con representantes de otros centros de Aspace para analizar cómo va el trabajo. También ofrece su visión -desde dentro de la discapacidad- a universitarios de Deusto y la UPV. «Hemos pasado de ser un colectivo que pide y da lástima a aportar, como cualquiera, nuestro trabajo a la sociedad». cturrau